• Sinopsis

    Julietta es una joven mujer que es atropellada de noche en las calles de Waterbill City, donde es salvada por un vampiro y mas tarde recogida por su mejor amiga, Isabella Vantherfiel, la cual le ayuda en su nueva vida como neófita. Ahora ha vuelto al pueblo...

  • Personajes

    Conoce a cada personaje de esta historia de vampiros, brujas, licantropos, demonios, ángeles... ¿A que esperas? Adentrate en las afueras de Richmond

  • Capitulos

    No te pierdas ningún capitulo de esta historia. Adentrate en este viejo pueblo y averigua que es eso oscuro que acecha a nuestros personajes.

  • Galería

    Fotos de cada capitulo de la historia y más. ¿Te lo vas a perder? ¡Échale un vistazo!

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sábado, 26 de abril de 2014

Cap.3 Recuerdos amargos (Parte 1)





Los leves rayos de sol entraban débilmente por el hueco que dejaban las cortinas blancas de la habitación. Había ropa esparcida por cada rincón, junto con algunas almohadas.
La joven de cabello castaño, permanecía sobre la cama con los ojos cerrados, tapada solo por una fina sábana de tela verde oscura. Unos musculosos brazos, rodearon su pecho desnudo y él pudo notar como su vello corporal se erizaba rápidamente.
—¿En que piensas?

La chica abrió un solo ojo y una sonrisa picara se dibujó entre sus labios.
—Pienso en lo cruel que fuiste ayer.—comentó girándose para ver el rostro de Orión.—Era su padre, y no me lo dijiste.
—El se lo merecía.—dijo apartando el cabello despeinado de Regina, debido a una noche ajetreada.—Además, ¿desde cuando te importan los demás? Que yo recuerde, has matado a personas mas inocentes y de peor forma.
—Así me quieres.
Orión alzó su ceja derecha y rápidamente rozó sus labios con los de ella; comenzando una salvaje, pero excitante lucha para ver quien se metía mas en la boca del otro. Entrelazaban sus piernas debajo de la sabana y alguna que otra risa se escapaba de sus bocas. Orión ganó la competición y se puso encima de Regina, observándole nítidamente a los ojos.
Regina alzó sus manos hacia el cabello sedoso y castaño de Orión, hundiendo sus dedos. Mientras, él besaba su cuello con cierta ternura y delicadeza, que la hacía estremecerse.
Esa misma mañana, Julietta había decidido irse. Estaba dolida, triste y hundida debido a la muerte de su ausente pero querido padre. Cogió su maleta de color azul oscuro del altillo del armario y empezó a meter su ropa y cosas personales en el interior. Isabella en ese momento, notando el ruido, entró en la habitación. Amelia le seguía el paso detrás.
—¿A donde vas?—preguntó la rubia.
—No puedo seguir aquí, Bella. Simplemente no puedo vivir toda la eternidad que me queda en tu casa.—dijo doblando la ultima camiseta.
—Sabes que no nos importa, Julietta. Puedes quedarte todo el tiempo que quieras.—comentó Amy, que estaba sentada en la orilla de la cama.—Ademas, nos encanta tu compañía.
—Sí, no puedes irte.
—Estaré bien, no me voy muy lejos. Había pensado en quedarme en la casa de mi padre. Ahora que está muerto, supongo es la única herencia que tengo.
Bella corrió a darle un fuerte abrazo a Julietta, la cual no pudo controlar dar algún que otro paso patoso hacia atrás.
—Te voy a extrañar, mucho.—le susurró al oído.
—Ni que me fuera a la guerra.—rió Julietta.—Estaré a dos pasos de aquí. Mi padre vivía a las afueras, al norte.
—Si quieres te podemos echar una mano si vas a hacer reforma.—comentó Amelia.
—¡Sí! Iremos dentro de un rato con la pintura y los utensilios.—exclamó Isabella emocionada.—Tu ve allí, recoge todo lo que no necesites y tíralo, luego venimos la empresa Vantherfiel y compañía a re-modelar.
Julietta soltó una leve carcajada y cogió la maleta, cerrándola primero.
—Está bien, nos vemos dentro de una hora.
Julietta bajó las escaleras hacia la entrada y  salió por la puerta, dando un pequeño portazo. El silencio se hizo en el interior de la mansión Vantherfiel, donde Bella y Amy se miraban, añorando la mirada rojiza de Julietta. Ella caminaba por un lado de la carretera, dirigiéndose al norte. Cuando llegó, no dudó en suspirar asombrada al ver la casa que era bastante grande. Estaba construida de madera oscura y el techo con leves losas pintadas de un gris bastante potente. La puerta estaba medio abierta, y supuso que como el dueño de la vivienda estaba muerto, podría entrar sin problemas. Tal fue su sorpresa que al poner un pié en la entrada, se encontró una fila de sal resguardando la puerta. Julietta extrañada y con el ceño fruncido, se agachó y todo un poco con sus dedos.
—Agh, mierda.—se quejó al ver sus dedos quemados.
Al parecer, Angelo sabía que cosas hacían daño a los vampiros, aunque en la cocina no había ningún rastro de ajo. Julietta dejó la mochila junto a la encimera de la cocina y abrió una de las alacenas, encontrándose con varios cuchillos de plata de distinto tamaño y alguna que otra estaca de madera tallada a mano. Se asombró un tanto al pensar que su padre tenía tantas armas como esas guardadas por toda la casa, sin contar el rastro de sal por todas las puertas y ventanas. Se dispuso a subir por las escaleras, mientras observaba en las paredes algunas fotos de cuando era pequeña. No puedo evitar sonreír levemente y, apartando la mirada, siguió subiendo escalones. La primera habitación que se encontró era la de su padre. Al parecer seguía manteniendo ese estilo sencillo y cálido, como él. Prefirió no entrar y seguir observando las demás habitaciones. La puerta del despacho estaba abierta y al entrar, Julietta recordó las largas horas que se tiraba sentada en la butaca leyendo o escribiendo. Todo seguía igual, no había cambiado nada, aunque ahora tenía mas polvo.  La siguiente sala que se encontró fue la de su dormitorio. Tomó aire antes de abrir la puerta y cuando dio un paso dentro del cuarto, su infancia llegó a su cabeza rápidamente. Hay estaba su cama, llena de peluches suaves (aunque malgastados por el tiempo) y sabanas de color rosa pastel. Julietta se sentó en un lado de la cama, observando cada detalle de la habitación. Las paredes pintadas de un blanco impoluto, vestidas por unas cortinas de lazitos pequeños que rozaban el suelo. Los juguetes y su casita de muñecas estaban a una esquina, junto con el armario de madera de sauce. Al girar la mirada de nuevo hacia el frente, Julietta se encontró con el rostro de su madre. Rápidamente, cogió el marco de fotos, acariciando el cristal. El la foto se podía distinguir el antiguo piano de cola del salón, y sentada en el, su madre Beatriz.

—Vamos, Julietta, acompáñame.
—Pero mamá, yo no sé tocar el piano.—dije avergonzada, observando el rostro descansado de mi madre.
Ella me alzó la mano y yo la acepte, sentándome entre sus piernas. Ella me rodeó con sus brazos y cogiendo mis pequeñas manos, empezamos a tocar el piano. Fue una sensación extraña, las notas salían de sus dedos, aunque esta vez, tocábamos las dos juntas. 
—¿Ves? ¿A que no es tan difícil?—comentó dándome un tierno beso en mi mejilla rojiza.—Algún día tocarás tan bien como yo. 

Julietta dejó la foto de nuevo en la mesilla y se secó las lagrimas con las mangas de su jersey verde oscuro. Extrañaba a su madre, su voz, su mirada, su forma de hacerle sentir bien, añoraba todo. Su padre siempre le contó que murió una noche en su cama y nunca despertó, aunque ella no se lo creyera mucho, tuvieron que dejar su casa en Italia para venirse a Richmond.
La neófita se echó el cabello hacia atrás y decidió empezar a deshacerse de cosas, empezando por las cortinas de lazitos y los peluches.
Cargada de cajas, salió al exterior para dejarlas junto al contenedor de basura. Para su sorpresa una camioneta sucia de un color granate, paró en frente de su puerta. En seguida, Julietta se dio cuenta que eran Bella y Amy, las cuales bajaban del auto con brochas y paños para limpiar. A sus espaldas, se hallaban Jade, Anelisa y Rebeca junto con un chico alto y desconocido.
—¡Hola, Julie!—exclamó Bella alzando una de sus manos en forma de saludo.—¡Traigo compañía!
Julietta se acerco a ellos con una leve sonrisa y fijó su mirada en el extraño chico rubio. Sus ojos eran de un verde claro, que con el sol daban pequeños destellos azulados. A Julietta le llamó la atención lo pálido y alto que era, tenía una gran porte de atleta y músculos bastante definidos.
—Él es Steven.—comentó Isabella señalando al chico.—Es mi pareja y le invité a que echara una mano.
—Sí, está bien. Encantada de conocerte, Steven.
—Igualmente.—dijo con su cálida y gruesa voz, mostrando una amable sonrisa.
Todos entraron al interior de la casa e Isabella notó el rastro de sal que había en el interior. Frunció el ceño y se giró para ver a Julietta.
—Vaya, parece que tu padre no quería que ningún vampiro entrase aquí...—murmuró poniendo los productos de limpieza sobre el tercer escalón de las escaleras.
—Eso parece, supongo que no le sirvió de nada.
Los presentes tardaron un segundo en captar la broma y soltaron alguna que otra risa leve. Isabella notó un poco el ambiente incomodo y se remangó las mangas de su jersey rojo. Se acercó a una pequeña radio que había en el salón e intentó sincronizar alguna cadena aceptable.
—¡Bueno, venga! ¡Hora de trabajar!—exclamó la rubia dando algunas palmadas y cogiendo una escoba de detrás de la puerta de la cocina.
Rebeca y Anelisa retiraban juntas el sofá del salón, juntandolo contra la pared, para poder limpiar mejor el suelo y retirar toda la sal. Julietta se mantenía limpiando los cristales con papeles de periódicos mientras observaba a Bella cantar.
—Come on baby, we can hit the lights...—cantaba mientras se cambiaba de mano el palo de la escoba.—Make the wrongs turn right...
Steven se apoyó en el mueble donde permanecía situada la radio con los brazos cruzados, observando a su chica menear las caderas y no puedo evitar sonreír irónicamente acompañando su sonrisa con una de sus cejas levantadas.
—¿Enserio os gusta esta canción?—dijo cambiando a otra cadena de viejos éxitos, topándose con "Highway to Hell" de AC/DC.—Esta está mejor.
—¡Uh, si!—Exclamó Isabella, subiéndose al sofá, meneando la cintura al ritmo de la música.—¡Esta canción me encanta! ¡Vamos, Julietta! ¡Únete!
Julietta negó con la cabeza tímida y siguió limpiando los cristales. Bella saltó del sofá y le cogió del brazo, arrastrándola hasta el centro de la sala.
—No, Bella. Yo no..—balbuceó torpemente, siguiendo los pasos de baile que la vampiresa le hacía hacer.
—Livin' easy, lovin' free...—canturreaba Bella sonriendo a Julietta e invitándola cantar.—¡Venga! My friends are gonna be there, too...Yeah!
Julietta respiró profundamente y decidió seguirla el rollo a la joven vampiro, dando varias vueltas al ritmo de la musica.
—I'm on the highway to Hell!
La neófita no pudo evitar soltar una carcajada, la cual terminó secamente al ver tras la ventana la melena castaña y despeinada de Nicolás salir de debajo del capo de un Audi r8 negro. El chico cargaba dos grandes botes de pintura y se acercaba a la casa a paso ligero.
—Oh, vaya, parece que Nicolas ya ha llegado.—dijo Isabella acercándose a la puerta.
—¿Le has invitado tu?—preguntó Julietta siguiendo a la rubia hacia la entrada.
—Si. ¿Porqué?—preguntó observando a su amiga.
—No, por nada.—respondió levemente. Julietta no podía volver a mirar a la cara a Nicolás después de como le trató ayer en el baile. Sabía que tenía que pedirle disculpas sea como sea, y tragarse un poco su orgullo.
—Ya era hora, machote.—comentó divertida Isabella abriendo la puerta.—Adelante pasa.
—Cuatro botes de pintura, dos de color avellana y otros dos de lila.—comentó Nicolás soltando los dos recipientes en el suelo del recibidor.—Los otros dos están en el coche.
—Muy bien, cariño.—le elogió sarcásticamente, dándole un pequeño golpe en la espalda.—¿A que no era tan difícil?
Nicolás sonrió divertido.



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